El aire nos hacía reír; juntaba la mirada de nuestros ojos, mientras el hilo corría entre los dedos detrás del viento, hasta que se rompía con un leve crujido como si hubiera sido trozado por las alas de algún pájaro. Y allá arriba, el pájaro de papel que caía en maromas arrastrando su cola de hilacho, perdiéndose en el verdor de la tierra. (Juan Rulfo, Pedro Páramo, p. 15).
Seguir el viaje de Juan Preciado a Comala en la lectura de Pedro Páramo es aventurarnos en un mundo extraño y ajeno, donde nos topamos con personas que aparecen y desaparecen al instante, y el silencio se invade de murmullos y ecos. Las voces de las ánimas en pena abruman el espacio, sumiendo de miedo y opresión todo el clima del pueblo hasta verse transformado en una zona de muerte. Comala es el personaje principal de esta novela, nos cuenta la historia del pueblo desde su momento de gran esplendor hasta su muerte. Por medio de los recuerdos de Doloritas, la niñez de Pedro Páramo y Susana San Juan vemos que ese tiempo de florescencia que, poco a poco se fue marchitando por el dominio de Pedro Páramo, se convirtió en un lugar desierto y desolado.
Rulfo ubica geográficamente a sus personajes y los pone en ambientes conformados de gran contenido semántico. La presencia de la naturaleza tiene un fuerte peso sobre los personajes, su relación va más allá de una simple ambientación, pues identificamos situaciones en las que interactúan creándose conexiones entre ellos como Susana San Juan y el mar. Yelemy Molina Jiménez en su artículo Mirada ecocrítica a Pedro Páramo de Juan Rulfo comenta que el paisaje es el eje central de la novela y que el marco escénico de la obra no se comprende como un simple encuadre geométrico, su contextura está entramada de existencia humana que se configura en una extensión reflexiva de la soledad, el sufrimiento y desamparo del individuo.1 A este respecto, el entorno siempre se verá afectado por ser susceptible a todo acaecer del hombre.
La lectura que hace Yvette Jiménez de Báez de Pedro Páramo sugiere que la historia se inclina hacia la vida o hacia la muerte según sea la narración y los elementos primordiales se van transformando de acuerdo con las situaciones. Por ejemplo: en la Comala muerta e infernal el aire se vuelve pesado, los muertos propician la caída y la tierra aparece calcinada y destruida. Pero en la Comala paradisiaca de los recuerdos de Doloritas, el aire sopla suavemente y las nubes se desmenuzan, en sí la naturaleza es pródiga en frutos.2 Parecen fungir como símbolos de la desgracia o la desventura, sin embargo, los elementos de la naturaleza como el aire, el agua y la tierra, además de ser parte de la atmosfera desolada y sombría de Comala, son personajes, figuras vitales que responden activamente a la situación en la que está inmerso todo el pueblo. A diferencia de los personajes-habitantes estos elementos sí logran revelarse constantemente al dominio de Pedro Páramo, su movimiento es algo que ni siquiera el cacique puede controlar, pero se van envolviendo con el crimen colectivo del pueblo hasta que su voz queda solamente en puros ecos y murmullos.
Sí – volvió a decir Damiana Cisneros–. Este pueblo está lleno de ecos. Yo ya no me espanto. Oigo el aullido de los perros y dejo que aúllen. Y en días de aire se ve al viento arrastrando hojas de árboles, cuando aquí, como tú ves, no hay árboles. Los hubo en algún tiempo, porque si no ¿de dónde saldrían esas hojas?3
La voz del aire sigue musitando el pasado, su voz al igual que la de los muertos no calla, es una tortura porque trae cargando el recuerdo de la culpa y el remordimiento y quien la siente termina asesinado. Según afirma Fabienne Bradu en Ecos de Páramo, la voz es lo último que muere o lo que tarda en morir, para Damiana los ecos que se escuchan y salen hasta por las hendiduras de las paredes son la misma presencia y voz de los muertos expresándose al unísono los cadáveres y ánimas en pena que habitan Comala. Su existencia se revela únicamente como realidad sonora, aunque las palabras no suenen, sino que se sienten por dentro de uno.
1 Molina Jiménez, Yelemy. Mirada ecocrítica a Pedro Páramo de Juan Rulfo, Revista electrónica OIDLES, vol. 5, N° 11, diciembre 2011.
2 Jiménez de Báez, Yvette. Juan Rulfo, del páramo a la esperanza. Una lectura crítica de su obra, Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1990, p. 121.
3 Rulfo, Juan. Pedro Páramo, Editorial RM/ Fundación Juan Rulfo, México, D.F., 2005; p. 44.
Oía de vez en cuando el sonido de las palabras, y notaba la diferencia. Porque las palabras que había oído hasta entonces, hasta entonces lo supe, no tenían ningún sonido, no sonaban; se sentían; pero sin sonido, como las que se oyen durante los sueños.4
En el cuento de Luvina escuchamos al narrador diciéndole a su interlocutor decir lo siguiente del viento: <<Lo estuvimos oyendo pasar por encima de nosotros, con sus largos aullidos; lo estuvimos oyendo entrar y salir por los huecos socavones de las puertas…>>5. Considerando que la elaboración de este relato le dio la clave a Rulfo para crear la atmósfera de Comala, vemos que en Pedro Páramo el aire, el agua, el sol, las nubes, la tierra son descritas como figuras antropomórficas que extienden sus brazos para apretar, abrazar, arrastrar y jugar con los personajes.
Al recorrerse las nubes, el sol sacaba luz a las piedras, irisaba todo de colores, se bebía el agua de la tierra, jugaba con el aire dándole brillo a las hojas con que jugaba el aire.6
Otro ejemplo lo identificamos claramente en la relación erótica que tiene Susana San Juan con el mar.
> Volví yo. Volvería siempre. El mar moja mis tobillos y se va; moja mis rodillas, mis muslos; rodea mi cintura con su brazo suave, da vuelta sobre mis senos; se abraza de mi cuello; aprieta mis hombros. Entonces me hundo en él en su fuerte batir, en su suave poseer, sin dejar pedazo.7
La ensoñación de Susana San Juan con el mar muestra a un mar seductor, totalmente activo y en constante comunión con ella. Las imágenes plasmadas en la escena de este fragmento no anulan la voluntad de éste, pues cuando Susana se sumerge en él su cuerpo se moja y se baña, pero no por la simple inercia del vaivén de las olas, sino porque realmente están teniendo una relación erótica donde ambos se entregan al deseo. En el mismo parágrafo confirmamos que existe esta íntima unión porque unas líneas anteriores Florencio, que también se había sumergido en el mar con ella, le dice a Susana que él la ve como si fuera una más de las aves que vuelan ahí << Es como si fueras un “pico feo”, uno más entre todos…>>8 El mar se ha apropiado de Susana y él parece ser un simple espectador, por eso él la prefiere <<… en las noches, cuando (están) los dos en la misma almohada, bajo las sábanas, en la oscuridad. >>9
4Ibid., p. 51.
5 Rulfo, Juan., El Llano en llamas, Editorial RM/Fundación Juan Rulfo, México, D.F., 2005, p.105.
6 Rulfo, Juan, Pedro Páramo, Op., cit., p. 14.
7Ibid., p. 102.
Siguiendo con el elemento del agua, la lluvia, según la interpretación de Yvette Jiménez de Báez es un símbolo esperanzador de la posible unión entre el cielo y la tierra; es un elemento que acompaña los procesos de transformación: precede y acompaña la muerte de Susana y la niñez de Pedro Páramo.10 También podemos observar en la novela, que la lluvia es una figura más que se caracteriza como personaje, su presencia envuelve de nostalgia a los protagonistas haciéndolos recordar amores pasados pero que todavía siguen latentes. Pedro Páramo siendo un niño mientras la lluvia cae trae constantemente el recuerdo de su amada: “Miraba caer las gotas iluminadas por los relámpagos, y cada que respiraba suspiraba, y cada vez que pensaba, pensaba en ti, Susana.”11 De igual manera, el cuerpo inanimado de Susana se remueve con la humedad de la lluvia y comienza a recordar a su esposo Florencio, Juan Preciado la escucha y le cuenta a Dorotea, su compañera de tumba, lo que ella va diciendo, – Dice que ella escondía sus pies entre las piernas de él. Sus pies helados como piedras frías y que allí se calentaban como en un horno donde se dora el pan. Dice que él le mordía los pies diciéndole que eran como pan dorado en el horno.12 Pero no solamente despierta sentimientos en los otros, la lluvia misma es un ser expresivo y su caída siempre muestra sus sentimientos, ya que puede caer suave y ligera o soltarse fuerte y agresiva. Fulgor Sedano se dirige a ella cariñoso como si ella lo escuchara y obedeciera sus palabras, << ¡Vaya! – dijo -. Otro buen año se nos echa encima >> Y añadió: “Ven, agüita, ven. ¡Déjate caer hasta que te canses! Después córrete para allá, acuérdate que hemos abierto a la labor toda la tierra, nomás para que te des gusto.”13
8Ibid., p. 101.
9Ibid., p. 102.
10Jiménez de Báez, Yvette, Op., cit., pp. 122-126.
11Rulfo, J., Op., cit., p. 17.
12Ibid., p. 105.
13Ibid., p. 66.
La tierra, que en un tiempo fue un lugar prodigio de llanuras verdes va poco a poco en decadencia, degradándose en una zona árida y caliente. Comala, nos dice Rulfo, se deriva de comal por el intenso calor que hay en el pueblo, su tierra es tan caliente que parece ser un lugar sobre las brasas, incluso análogamente es visto como la mera boca del infierno por lo caliente y por el vagabundear de ánimas que murieron sin perdón. La tierra es personificada como receptiva de la violencia y poder de Pedro Páramo, pero a su vez responde reaccionando con la misma fuerza, se niega dar su fruto a los habitantes del pueblo marchitando o matando las semillas o produciendo frutos agrios. El padre Rentería confirma precisamente esta acción diciendo: – Tiene usted razón, señor cura. Allá en Comala he intentado sembrar uvas. No se dan. Sólo crecen arrayanes y naranjos; naranjos agrios y arrayanes agrios.14 Por eso, la Comala que espera ver Juan Preciado a través de los recuerdos de su madre ha quedado en el pasado, ese pueblo que percibe Doloritas como un paraíso se ha derrumbado porque la tierra se ha regado con la sangre del crimen colectivo.
La existencia de la violencia en la historia deviene de la confrontación de los hombres para saciar deseos en común, provocando venganzas, rencores, injusticias y muertes. La sangre de las víctimas envenena la tierra volviéndola estéril e inhóspita por convertirse en un campo de batalla. Estos sucesos hacen caer todo el entorno y esta caída deteriora la vida a la desesperanza porque la condición humana se ciñe de aislamientos y soledad por dejar en el pasado el paraíso terrestre. Yvette Jiménez de Báez comenta que Mercea Eleade visualiza el crimen como un sacrilegio que puede traer consecuencias graves en todos los sentidos de la vida. La sangre vertida contamina la tierra envenenándola y su calamidad se presenta en la esterilidad de los campos, de los animales y de los hombres.15 El crimen y la violación provocan que la imagen de un pueblo de “… Llanuras verdes. Ver subir y bajar el horizonte con el viento que mueve las espigas, el rizar de la tarde con una lluvia de triples rizos. El color de la tierra, el olor de la alfalfa y del pan. Un pueblo que huele a miel derramada…”16 se invierta en una zona infernal haciendo de la tierra un cementerio total.
14Ibid., p. 77
15Ibid., p. 120.
16Ibid., p. 21.
Rafael Humberto Moreno-Durán en su texto La sublimación y la expresión del mito, sostiene que el despliegue geográfico del pueblo, aunque directamente es afectado por la tristeza, el temor y la angustia de los habitantes, el panorama desesperanzador de los hombres no proviene del paisaje ni del medio ambiente sino de su ámbito interno moral y existencial.17 Los elementos naturales que expuse en los párrafos anteriores: el aire o viento, el agua y la tierra, devienen en imágenes y símbolos, incluyendo también momentos dialécticos con los personajes no por mero recurso retórico sino porque contienen una fuerza vital. Esta vinculación de fuerzas vitales demuestra que el hombre y la naturaleza están correlacionados a sufrir las circunstancias y condiciones del otro. De este modo, Rulfo revela que cualquier entorno vive en armonía y en constante conexión con todo lo que habita en él, por lo tanto, cuando una parte de él cae consecuentemente todo lo demás también termina cayendo.
Bibliografía
Rulfo, Juan, Pedro Páramo. Editorial RM/Fundación Juan Rulfo, México, D.F., 2005.
, El Llano en llamas. Editorial RM/Fundación Juan Rulfo, México, D.F., 2005.
Molina Jiménez, Yelemy, Mirada ecocrítica a Pedro Páramo de Juan Rulfo, Revista electrónica OIDLES, vol. 5, N° 11, diciembre 2011.
Jiménez de Báez, Yvette. Juan Rulfo, del páramo a la esperanza. Una lectura crítica de su obra, Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1990.
Moreno-Duran, Rafael Humberto. “La sublimación y la expresión del mito”, La ficción de la memoria, Juan Rulfo ante la crítica, comp., Federico Campbell. UNAM, México, D.F., 2003, pp. 357-359.
17 Moreno-Duran, Rafael Humberto. “La sublimación y la expresión del mito” en La ficción de la memoria, Juan Rulfo ante la crítica. Comp. Federico Campbell. UNAM, México, D.F., 2003, pp. 357-359.