La intencionalidad de la conciencia en Husserl y Sartre.

En la obra “Investigaciones lógicas” Husserl identifica una multivocidad del término conciencia, que esta a su vez es un acto meramente psíquico. De esta multivocidad, primeramente la conciencia se entiende como entrelazamiento de vivencias psíquicas en la consistencia de su unidad. En segundo, conciencia también es entendida como percepción interna de mis propias vivencias, claro esta que es totalmente diferente de una percepción externa basada en la adecuación e inadecuación. Y el tercer término se comprende como las vivencias intencionales que son los actos mismos. La conciencia considerada como un conjunto de vivencias, se distinguen dos estructuras muy diferentes que son la noesis (el acto intencional) y el noema (el objeto intencional). A grandes rasgos Husserl entiende a la conciencia como “conciencia pura” cuando se encuentra reducida, vaya la redundancia, por la reducción fenomenológica que después se conocerá como trascendental a todo aquello que se refiere al ámbito de la conciencia pura en oposición al mundo empírico.[1]

Para Husserl la intencionalidad es noción de que la característica del estado consciente es el de ser en todo momento intencional. El estado consciente es estar pendiente de algo o simplemente la relación entre actos mentales y mundo externo. La intencionalidad en términos generales es la propiedad elemental de la conciencia, es decir, que la intencionalidad no es más que la capacidad de la conciencia de referirse a algo.[2] Con este término de la intencionalidad, pone la presencia del mundo en la conciencia, o mejor dicho el mundo es inmanente a la conciencia, y tomando en cuenta este enunciado Husserl propone un Yo trascendental como esa condición que posibilita al mundo de sentido y además como esa mónada que nos permite hilar el halo temporal de mis vivencias.[3] Yo hago al mundo mío, el mundo se me presenta y lo aprehendo como se me es percibido, mi percepción del mundo es distinta que la percepción de otro, porque es bien sabido que aunque el mundo se presente de la misma forma a todos cada individuo lo percibe de manera distinta. Así que se podría decir que cada conciencia del yo trascendental concibe un mundo único y distinto.

“Entendimos por intencionalidad la peculiaridad de las vivencias de ‘ser conciencia de algo’. Ante todo nos salió al encuentro esta maravillosa peculiaridad, a la que retrotraen todos los enigmas de la teoría de la razón y de la metafísica, en el cogito explícito: una percepción es percepción de algo, digamos de una cosa; (…) El obrar se refiere a la obra, el hacer a lo hecho, el amar a lo amado, el regocijarse a lo regocijante, etc. En todo cogito actual una ‘mirada’ que irradia del yo puro se dirige al ‘objeto’ que es respectivo correlato de la conciencia, a la cosa, la relación objetiva, etc., y lleva a cabo la muy diversa conciencia de él.” (Husserl, Edmund. 1913: 199).

Con la idea de el mundo es inmanente a la conciencia, Husserl sin duda cae en un subjetivismo, hasta el punto de ser considerado como un idealismo fichteano, donde existe una tajante distinción entre sujeto-objeto, pues aunque Husserl haya recurrido a un modelo hegeliano, cuya distinción sujeto-objeto desaparece, para poder solventar que la conciencia es conciencia de sí, es decir, que la conciencia es objeto de sí misma para poder reconocerse, no deja de lado el modelo idealista de sujeto-objeto, puesto que el yo no es un yo sustancial sino un yo que constituye el mundo. Para Husserl al igual que Fichte el mundo (objeto) no existe si no hay un yo (sujeto) que lo aprehenda.

El principio básico “La conciencia es siempre conciencia de algo”, es retomado por  Jean-Paul Sartre en su obra “La trascendencia del ego”, en la cual hace una fuerte crítica al pensamiento de Husserl, en especial a la concepción de un yo trascendental. Sartre toma en cuenta el principio básico de Husserl ya mencionado al inicio del párrafo, pero para el filósofo francés, el yo no es la conciencia trascendental, sino más bien el conjunto unitario de la intencionalidad de la conciencia que se encuentra afuera en el mundo, porque es un ente del mundo, es un ser para el mundo, al  igual que el yo de los otros. Así que las cosas no se encuentran en la conciencia como representaciones o impresiones, sino que las cosas están en el mundo. La conciencia es conciencia tética (posicional) del mundo, es decir, que también es objeto para el mundo. Así la intencionalidad permite a la conciencia abrirse al mundo situarse en él y a la imaginación.[4]

“(…) el Ego no está ni formal, ni materialmente en la conciencia: está fuera, en el mundo; es un ser del mundo, como también lo es el Ego del prójimo.” (Sartre, Jean-Paul. 1938: 29).

De acuerdo a la cita, Sartre rompe con esta idea de Husserl de que el mundo se encuentra inmanente en la conciencia, pone al yo en el mundo y forma parte de él, así que también es objeto para el mundo y para otros yo. Con esta idea Sartre sí rompe con la estructura sujeto-objeto que Hegel ya había descartado.

Aunque de antemano quede entendido que después de la filosofía de Hegel, ya nadie concibe la idea de separar el mundo mediante sujeto-objeto, Husserl al otorgarle al yo trascendental la tarea de darle sentido al mundo, cae en un subjetivismo retrocediendo, al menos en este sentido, al idealismo alemán, en donde el yo es sujeto pero nunca objeto de sí. Pero Husserl para no sentirse condenado bajo estas críticas, por lo ya establecido por Hegel y para de algún modo separarse de Descartes (que mantiene el esquema sujeto-objeto), concibe que la conciencia es reflejada, porque se posiciona para ser objeto de sí, de este modo reconocerse así mima y ante su propia evidencia saberse como real, de algún modo siguiendo la predicación cartesiana “Cogito ergo sum”. Esta idea de la conciencia reflejada es de donde parte Sartre para indicarle a Husserl que gracias a esta inconsistencia va a necesitar de la imagen de una mónada que él llama Yo trascendental para hacer posible este ejercicio de la objetivación de la conciencia.

 La crítica más fuerte que va a recibir Husserl por parte de Sartre, es sobre la necesidad que tiene de poner un Yo trascendental para unir al yo empírico con el yo pensante, pues según Sartre en una fenomenología no es necesario poner a un yo trascendental. Según Sartre, Husserl propone un Yo trascendental siguiendo a Kant, pues le parecía que había visto momentos de la conciencia sin “yo” puesto que decían que debía poder acompañarla, porque se trataba de determinar las condiciones de posibilidad de la experiencia; más realizar el Yo trascendental y hacerlo acompañante que va a la par con cada una de nuestras conciencias, es atribuir ante lo hecho y no ante el derecho, no es más que colocarse en un punto de vista totalmente diferente del visualizado por el mismo Kant. La conciencia trascendental forjada por Kant, es captada y encontrada por Husserl a causa de la epojé, como una conciencia real accesible a nosotros una vez establecida la reducción fenomenológica.[5]

Sartre al igual que Husserl, advierte que nuestro mí mismo psíquico y psicofísico es objeto trascendente y debe caer ante la reducción fenomenológica de la epojé, pero Sartre le cuestiona a Husserl para descartar en la pregunta la idea de un Yo trascendental, ¿es que acaso no se basta con un mí mismo psíquico y psicofísico?, si la respuesta es no, entonces según Sartre tendríamos que:

  • El campo trascendental se queda sin yo porque se vuelve pre-personal.
  • El yo sólo aparece en el nivel de la humanidad y no es más que la cara del mí mismo (la cara activa).
  • El ego cogito puede acompañar a todas nuestras representaciones porque se presenta sobre un fondo de unidad que él no ha participado a crear, sino que lo hace posible esta unidad previa.
  • Será permitido cuestionarse si la personalidad es un concomitante de la conciencia, y si no cabe concebir conciencias absolutamente pre-personales.[6]

Nos dice Sartre en “La trascendencia del Ego”, que Husserl en “Investigaciones Lógicas”, el Mí mismo era una producción sintética y trascendente de la conciencia, pero en “Ideas I” regresa a la tesis de un yo trascendental que estaría, primero por detrás de cada conciencia; segundo que sería una estructura necesaria de esas conciencias y tercero caería sobre cada fenómeno representado en el campo de la atención. Así que, tomando en cuenta estos tres puntos, la conciencia trascendental se vuelve necesariamente personal y esto es porque se tiene la creencia radical de que la existencia de un Yo trascendental se justifica por la necesidad que la conciencia tiene de unidad e individualidad.[7]

Pero Sartre insiste en que es absurdo considerar a un Yo trascendental para dotar a la conciencia de unidad e individualidad, porque para Sartre la conciencia está unificada por sí sola, ya que todas las percepciones y todos los pensamientos guardan relación con ella, antes de que la conciencia sea reflexiva la conciencia es existencia. Sartre ve a la conciencia como conciencia/nada no es lo que es y es lo que no es; no hay yo y no hay psiquismo, la conciencia no es un yo, es existencia, es constante apertura, no tiene consistencia alguna; la conciencia es proyección. Entonces tenemos que para Sartre la fenomenología no necesita apelar a este yo unificador e individualizador, puesto que, la conciencia se define por la intencionalidad. Pero ¿qué es intencionalidad para Sartre? Él comprende la intencionalidad como la conciencia que va más allá de la conciencia de sí. Por tanto, tenemos que por la intencionalidad, la conciencia se trasciende a sí misma y se unifica escapando de sí. Es decir, a mi entender que la conciencia escapa de sí misma para unirse a otras conciencias y hacer de una aprehensión un conocimiento objetivo, y con esto evita caer en un subjetivismo como en el que cae Husserl.

“La unidad de las mil conciencias activas por las que he sumado, sumo y sumaré dos y dos para reunir cuatro, es el objeto trascendente ‘dos y dos son cuatro’”. (Jean-Paul Sartre, 1938: 38).

La creencia de que ‘dos y dos son’ cuatro es lo que contiene mi representación, se ve obligada a recurrir a un principio trascendental y subjetivo que lo una, y este sería el Yo, pero precisamente Husserl no lo necesita. El objeto es trascendente a aquellas conciencias que lo captan y es justamente en él donde se encuentra la unidad de ellas. Por lo cual, la conciencia no es para sí misma su propio objeto, su objeto se encuentra por naturaleza fuera de ella, y así es por lo que en el mismo acto lo pone y lo capta. Por eso es que la conciencia esta abierta y en la intencionalidad escapa de sí, pues en caso de que no fuese de este modo la conciencia se tornaría reflejada y por ende se volvería objeto de sí misma.

El cogito de Husserl y Descartes es una verificación de hecho, es decir, el cogito nos remite a una acción, para Sartre es innegable hablar de que el cogito es plenamente personal, pues en el yo que pienso hay un yo que piensa, y es desde el cogito donde debe partir una egología. Husserl comprende que cada vez que captamos nuestro pensamiento captamos un Yo que es el Yo del pensamiento y todos los demás pensamientos posibles. Esto se nota claro en la conciencia interna del tiempo, donde nos da la posibilidad de reflexionar en el recuerdo. Por ejemplo: Ayer vi un mural de Diego Rivera en el Palacio de Bellas Artes, entonces hoy recuerdo que vi ese mural y a la vez reflexiono que yo estaba viendo ese mural ayer. A lo que tenemos que mi cogito esta referido por una conciencia dirigida sobre la conciencia que toma a la conciencia como su objeto. Se habla entonces que la certeza del cogito es absoluta porque hay unidad consistente entre estas dos conciencias que son la conciencia reflexionante y la conciencia refleja (la conciencia reflexionante no podría existir sin la conciencia refleja), aquí nos encontramos frente a una síntesis de conciencias, en la cual la conciencia reflexionante es objeto de la conciencia reflejada, mientras que la conciencia reflexionante es conciencia de sí misma. De este modo se salvaguarde el principio de que toda conciencia es conciencia de algo.[8]

 Sartre a diferencia de Husserl considera que la conciencia reflexionante no se toma a sí misma como objeto cuando se efectúa el cogito; ya que nos dice Sartre que en tanto la conciencia reflexionante es conciencia de sí misma, esta es conciencia no posicional, se vuelve posicional única y exclusivamente al apuntar a la conciencia reflejada, donde esta no era conciencia posicional de sí antes de ser reflejada. Toda conciencia reflexionante es irrefleja en sí misma, no es posicional, una conciencia no tiene necesidad de una conciencia reflexionante para poder ser conciencia de sí misma, la conciencia no se pone a sí misma como un objeto suyo. Por ejemplo: yo recuerdo ayer haber visto un águila volar; en este plano del recuerdo, yo recuerdo haber visto un águila ayer, hago reflexión sobre el águila que vi, pero en ese instante no reflexiono sobre el recuerdo de lo que vi que era yo quien esta viendo esa águila ayer. Nos dice Sartre que no debemos poner a la conciencia en sí como objeto de nuestra reflexión, sino al contrario, hay que poner atención sobre los objetos mentados, pero claro sin perder de vista a la conciencia manteniendo con ella una especie de complicidad y haciendo un recuento de su contenido de forma no-posicional. Sartre al mencionar que estamos sumergidos en el mundo de los objetos y que son ellos los que constituyen la unidad de mis conciencias; mi mismo, en cambio, yo he desaparecido, me he vuelto nada. Por tanto, tenemos que en el plano irreflejo, no hay yo. En conclusión tenemos, que nada excepto la conciencia puede ser la fuente misma de la conciencia, ya que si el yo conforma parte de la conciencia, resultará entonces que habría dos yoes, que serían el yo de la conciencia reflexiva y el yo de la conciencia reflejada.[9]

En resumidas cuentas, en la obra de Sartre, La trascendencia del Ego, los principales puntos que deja en claro conforme a la crítica a Husserl son:

  1. La conciencia es apertura y es movimiento central de la pregunta por el ser.
  2. La conciencia no tolera el substancialismo propio de la res cogitans cartesiana.
  3. El yo trascendental es la muerte de la conciencia.
  4. El Ego no forma parte de la conciencia, sino que lo hace formar parte del mundo.
  5. La conciencia no es conciencia posicional de sí porque la conciencia no debe ser objeto de sí misma.
  6. El ego es a los objetos psíquicos, lo que el mundo es a las cosas.[10]

En este análisis nos permite entrever que Sartre retoma de la fenomenología de Husserl la idea de conciencia, pues para él primero tenemos que hablar del ser antes de la ontología del ser, pues es en la conciencia donde primeramente hay una búsqueda del ser, al saberse la conciencia que es nada, que esta ahuecada. Coincido con Sartre en que no hay necesidad de concebir un Yo trascendental para darle unidad y universalidad a la conciencia, pues la conciencia se abre al mundo y se engloba con las demás conciencias para hacer de nuestra aprehensión un conocimiento objetivo, pero esto claro antes de pasar al plano reflexivo, pues ya en este plano nuestra aprehensiones ya vueltas re-presentaciones se vuelven personales (subjetivas). Creo que el Sartre joven, en su obra La trascendencia del Ego, comete el mismo error que Husserl al identificar dos tipos de conciencias que son la conciencia en sí (reflexionante) y la conciencia para sí (refleja), pues esto lo llevaría a un tercer grado de conciencia que sea conciencia de estas dos y otra que sea conciencia de conciencia de las conciencias, es decir, que nos llevaría a una secuencia ad infinitum. La conciencia por sí ya es conciencia, no necesita fraccionarse para saberse y reconocerse a sí misma, al ser la conciencia unidad, se sobreentiende engloba su propia existencia.

Pero esto no es lo único puesto en tela de juicio sobre el joven Sartre, pues al decir que en el plano irreflejo no hay yo, cae en contradicción al mencionar, en un principio, que hay una complicidad con la conciencia reflexiva, se entiende que aunque el yo no pueda ser captado, no quiere decir que no este, así que no se puede negarlo. Además según Sartre la conciencia siempre va en par de su conciencia en sí en cada proceso cognitivo, pero para no caer en que la conciencia sea objeto de sí, hay un intervalo de estas para que la conciencia se reconozca a sí misma por medio de interrogaciones, negaciones y afirmaciones. Sin embargo, a mi parecer, Sartre al caer en el error de concebir dos conciencias, necesariamente una tendrá que ser conciencia de la otra y tornarse objeto de sí aun en el plano reflexivo por esta razón Husserl entiende que la conciencia (al concebir dos tipos de conciencias) debe ser objeto de sí misma, por esta doble necesidad de la conciencia que son la reflexiva y la refleja. Así que, ni Husserl escapa de la subjetividad de la conciencia ni Sartre de la conciencia objetual.

Bibliografía:

Husserl, Edmund. “Investigaciones lógicas”; (Ver. Manuel G. Morente y José Gaos). Alianza Editorial, Madrid 2001.

Husserl, Edmund. “Ideas I”; (Traduc. José Gaos). Fondo de Cultura Económica. México, D.F, 1986. 529 pp.

Husserl, Edmund. “Meditaciones Cartesianas”; (Traduc. José Gaos y Miguel García Baró). Fondo de Cultura Económica, México, D.F, 2004.

Sartre, Jean-Paul. “La trascendencia del Ego”; (Traduc. Miguel García-Baró). Síntesis, Madrid, 2003. 111 pp.

Moreno, César. “Fenomenología y filosofía existencial; volumen II”. Síntesis, Madrid, 2000.

Notas al pie:

[1] Husserl, Edmund. “Investigaciones lógicas”; (Ver. Manuel G. Morente y José Gaos). Alianza Editorial, Madrid 2001. Págs. 475-476.

[2] Husserl, Edmund. “Ideas I”; (Traduc. José Gaos). Fondo de Cultura Económica. México, D.F, 1986. Págs. 199-200.

[3] Husserl, Edmund. “Meditaciones Cartesianas”; (Traduc. José Gaos y Miguel García Baró). Fondo de Cultura Económica, México, D.F, 2004. Págs. 47-49.

[4] Moreno, César. “Fenomenología y filosofía existencial; volumen II”. Síntesis, Madrid, 2000. Págs. 94-96.

[5] Sartre, Jean-Paul. “La trascendencia del Ego”; (Traduc. Miguel García-Baró). Síntesis, Madrid, 2003. Págs. 32-36.

[6] Ibidem. Págs. 36-37.

[7] Ibidem. Págs. 37-42.

[8] Sartre, Jean-Paul. “La trascendencia del Ego”; (Traduc. Miguel García-Baró). Síntesis, Madrid, 2003. págs. 43-45.

[9] Ibidem. Págs. 46-53.

[10] Moreno, César. “Fenomenología y filosofía existencial; volumen II”. Síntesis, Madrid, 2000. Págs. 96-97.

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